Así de pelado, chico y con cara de chinito era mi Pedro cuando llegó a la casa. Aquí está dormido sobre el mudador.
Era una guagua sonriente, simpática, exquisita, pero llorona. En general, no se tomaba toda la leche y después le daba hambre mucho antes de la hora en que tocaba la próxima. En el fondo, quería libre demanda, cosa imposible si se tienen trillizos.
Padre e hijo agotados después de varias noches sin dormir casi nada.
Dormido en el coche.
Dormido en el coche.
Haciendo tuto plácidamente con su monito.
En el baño mirándose al espejo con Pancho.
Muy abrigado para pasear.
Durmiendo con su "tutete especial". El papá le había cortado una parte para que no le topara con la nariz y pudiera respirar cuando lo tenía puesto.
En brazos de la Toti con unos pantalones que le llegaban casi hasta el cuello.
De guatita.
Pensativo.
Serio.
Serio.
En su cuna, después del desayuno con pigglet. En esa época habíamos trasladado su cuna a la salita porque estaba aprendiendo a dormirse solito (con el "Duérmete Niño") y hubo que aislarlo para que los hermanos pudieran dormir tranquilos.
Riéndose.
En el columpio saltarín, prohibido por la kinesióloga. Lo usamos pocas veces, pero le encantaba.
Sentado en el sofá blanco (que dejó de existir gracias a los trillis) jugando con unas ovejitas de la Antonia.
En el columpio saltarín, prohibido por la kinesióloga. Lo usamos pocas veces, pero le encantaba.
Le cargaban los ejercicios de la kinesióloga. Lloraba tanto que un par de veces se los hizo en la tina, donde se relajaba y lo pasaba mejor.
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